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¿Cuándo es contagiosa la varicela? Todo lo que debes saber.

«La varicela, también conocida como varicela, es una infección vírica altamente contagiosa que afecta principalmente a los niños. En este artículo hablaremos del periodo de contagio y la capacidad de transmisión del virus varicela-zóster, así como de las medidas para prevenir su propagación y de las recomendaciones para los infectados.»

Periodo de contagio

La varicela, comúnmente conocida como varicela, es una enfermedad altamente contagiosa que se caracteriza principalmente por la presencia de una erupción distintiva y síntomas parecidos a los de la gripe. El periodo de contagio de la varicela suele comenzar unos 1 o 2 días antes de que aparezca la erupción y dura hasta que todas las ampollas se hayan cubierto de costra, lo que suele ocurrir unos 5 a 7 días después de la aparición inicial de la erupción. Durante este tiempo es crucial que las personas afectadas por la varicela eviten el contacto cercano con cualquiera que no haya padecido la enfermedad con anterioridad o no esté vacunado contra ella, especialmente aquellas con un sistema inmunitario debilitado, las mujeres embarazadas y los recién nacidos, que son especialmente vulnerables al virus.

El periodo de incubación de la varicela, es decir, el tiempo transcurrido entre la exposición al virus y la aparición de los síntomas, puede oscilar entre 10 y 20 días. Los síntomas más comunes de la varicela son una erupción que provoca picor, fatiga, dolor de cabeza y fiebre. La aparición de los síntomas suele producirse entre 14 y 16 días después de la exposición al virus, y el periodo de contagio, como se ha mencionado anteriormente, comienza aproximadamente 48 horas antes de que aparezca la erupción y continúa hasta que las lesiones se cubren de costras. Este carácter altamente infeccioso del virus de la varicela subraya la importancia de estar atento y tomar las precauciones necesarias para evitar su propagación, sobre todo en entornos como escuelas, guarderías y otros lugares con mucha gente, donde el riesgo de contagio es mayor.

Es esencial que las personas que contraen la varicela practiquen una buena higiene respiratoria, como cubrirse la boca y la nariz al toser o estornudar, para minimizar aún más el riesgo de propagar el virus a los demás. Además, mantener una estricta higiene personal, incluido el lavado frecuente de manos con agua y jabón, también puede ayudar a reducir la probabilidad de transmitir la infección a personas no infectadas. Si se es proactivo en la observación de estas medidas preventivas, se puede mitigar significativamente la transmisión global y el impacto posterior de la varicela.

Precauciones antes y durante la aparición de los síntomas

Antes de la aparición de la erupción característica, las personas con varicela deben extremar la vigilancia para evitar la propagación del virus. Dado que el periodo de contagio comienza un par de días antes de que aparezca la erupción, es crucial que los infectados eviten el contacto cercano con personas que no han padecido la enfermedad o no han sido vacunadas. Esto es especialmente pertinente en el caso de las personas con mayor susceptibilidad al virus, como las que tienen el sistema inmunitario comprometido, las mujeres embarazadas y los lactantes. Los esfuerzos por minimizar el riesgo de transmisión también deben extenderse a la gestión cuidadosa de los objetos personales, como la ropa y la ropa de cama, para evitar la propagación del virus a través de fómites.

Además, las personas que estén cerca de alguien que tenga varicela o que le estén cuidando, especialmente en el entorno familiar o sanitario, deben seguir estrictas medidas preventivas para reducir el riesgo de contagiarse. Esto incluye la desinfección meticulosa de las superficies que se tocan con frecuencia y el uso de equipo de protección personal adecuado, como guantes y mascarillas, cuando estén en contacto con la persona infectada o sus pertenencias personales. Estas medidas proactivas no sólo sirven para proteger a las personas que proporcionan el cuidado, sino que también desempeñan un papel vital en la prevención de la transmisión posterior del virus de la varicela en la comunidad.

Transmisión del virus de la varicela

La varicela se transmite principalmente a través de gotas respiratorias o del contacto directo con el fluido de las vesículas o ampollas características que se desarrollan en la piel durante el periodo de contagio. El virus también puede propagarse por vía aérea, especialmente en entornos en los que una persona infectada tose o estornuda, liberando partículas víricas en el entorno circundante. Dada la naturaleza altamente infecciosa del virus de la varicela, incluso una breve exposición a una persona infectada o el contacto con los artículos que ha utilizado puede suponer un riesgo de transmisión, lo que pone de manifiesto la necesidad de tomar medidas integrales para contener la propagación de la enfermedad.

Para limitar la transmisión del virus de la varicela, las personas infectadas o que estén en contacto cercano con personas infectadas deben adherirse a las recomendaciones de los profesionales sanitarios en lo que respecta a la prevención de la transmisión. Esto puede implicar medidas como el aislamiento del individuo infectado, especialmente durante el periodo de máxima contagiosidad, y la gestión meticulosa de su higiene personal y de los artículos infectados para evitar la propagación del virus a otras personas. Además, las personas que no han sido vacunadas contra la varicela y que han estado expuestas al virus pueden beneficiarse de la profilaxis post-exposición, que puede ayudar a reducir la probabilidad de desarrollar la enfermedad si se administra dentro de un plazo determinado tras la exposición.

Alta contagiosidad de la varicela

La elevada contagiosidad asociada a la varicela se pone de manifiesto por el hecho de que aproximadamente el 96% de las personas que no han padecido la enfermedad y que están en contacto cercano con una persona infectada la contraerán. Esta elevada susceptibilidad pone de manifiesto lo fácil que puede transmitirse el virus, especialmente en entornos con contacto interpersonal frecuente y prolongado, como los hogares y los centros educativos. Reconocer la considerables contagiosidad de la varicela es fundamental para diseñar estrategias sanitarias sólidas que minimicen el impacto de la enfermedad mediante esfuerzos de vacunación dirigidos, medidas eficaces de control de la infección e iniciativas integrales de concienciación pública.

Dado el considerable riesgo de transmisión, las personas que presenten síntomas de varicela o hayan sido diagnosticadas de la enfermedad deben tomar medidas proactivas para minimizar el riesgo de propagar el virus a otras personas. Esto incluye la adopción de las recomendaciones del proveedor sanitario sobre el autoaislamiento y el momento apropiado para volver a los entornos sociales o educativos a fin de evitar la propagación del virus. Al mismo tiempo, fomentar la vacunación entre las personas a las que corresponda y concienciar sobre la naturaleza contagiosa de la varicela puede desempeñar un papel crucial en la protección de las poblaciones vulnerables y en la reducción de la carga que la enfermedad supone para la salud pública.

Impacto en los niños y prevención de la propagación

La varicela se observa con mayor frecuencia en niños menores de 10 años, y la mayoría de los casos se produce en este grupo de edad. La mayor susceptibilidad de los niños a la varicela es un factor clave que contribuye a la elevada prevalencia de la enfermedad en los entornos educativos y de cuidado infantil, donde el contacto cercano y prolongado entre los niños facilita la transmisión del virus. A la luz de ello, la aplicación de políticas estrictas de vacunación y el aseguramiento de una alta cobertura vacunal entre los niños pueden reducir sustancialmente la incidencia de la varicela y sus complicaciones asociadas, al tiempo que contribuyen al establecimiento de la inmunidad de grupo que protege a las personas que no pueden vacunarse por razones médicas.

Para evitar la propagación de la varicela, es imprescindible que las personas, en particular padres, tutores y proveedores de atención sanitaria, consideren la vacunación como una estrategia fundamental. La vacuna de la varicela, que es muy eficaz para prevenir la enfermedad y sus complicaciones, suele administrarse en dos dosis a los niños y, si no han sido vacunados previamente, también puede administrarse a los adolescentes y adultos que puedan correr el riesgo de contraer el virus. Al garantizar una amplia adopción de la vacuna de la varicela, la transmisión del virus puede reducirse sustancialmente, disminuyendo así la incidencia de la varicela y su potencial para causar enfermedades graves o complicaciones, especialmente en poblaciones vulnerables.

Diagnóstico y superación de la enfermedad

El diagnóstico de la varicela se basa principalmente en los síntomas característicos, que incluyen la aparición de una erupción pruriginosa que progresa desde pápulas rojas a vesículas rellenas de líquido, junto con síntomas sistémicos asociados, como fiebre y malestar general. En los casos en que el diagnóstico es incierto, el personal sanitario puede realizar pruebas de laboratorio, como cultivos víricos o ensayos de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), para confirmar la presencia del virus varicela-zóster. Una vez diagnosticada, el tratamiento de la varicela es en gran medida de apoyo y se centra en aliviar los síntomas, como el alivio del picor, y en prevenir la aparición de infecciones bacterianas secundarias en las lesiones cutáneas.

La mayoría de las personas afectadas por la varicela se recuperan de la enfermedad en 1 o 2 semanas, y las lesiones cutáneas progresan por distintas fases de desarrollo antes de que finalmente se formen costras y cicatricen. Es esencial que las personas con varicela se cuiden meticulosamente a sí mismas, incluida la prevención de rascarse las ampollas para evitar la propagación de la infección y el uso de medidas para aliviar el picor, como lociones tópicas o antihistamínicos. Además, las personas con varicela deben seguir las indicaciones médicas sobre el tratamiento de la fiebre y el malestar, y en los casos en que surjan complicaciones o preocupaciones, es imprescindible buscar atención médica con prontitud para garantizar el apoyo y la intervención adecuados.

Aunque la varicela suele ser una enfermedad autolimitada, puede entrañar riesgos de complicaciones, especialmente en personas con el sistema inmunitario debilitado o aquellas que corren un mayor riesgo de padecer una varicela grave. El potencial de la varicela para causar complicaciones, como infecciones bacterianas de la piel, neumonía o, en casos raros, afectación del sistema nervioso central, subraya la importancia de vigilar su evolución, especialmente en las personas con factores que las predisponen a una evolución más grave de la enfermedad. Si las personas mantienen una actitud activa frente a las prácticas preventivas, buscan atención médica a tiempo y fomentan la adopción generalizada de la vacunación, se puede minimizar eficazmente el impacto de la varicela en la salud pública, salvaguardando a las personas de las posibles repercusiones de esta enfermedad vírica altamente contagiosa.

Conclusión

En conclusión, la varicela es un virus altamente contagioso que afecta principalmente a los niños y cuyo periodo de incubación es de 10 a 20 días. El periodo de contagio comienza antes de la aparición de los síntomas y puede durar unos siete días. Es importante tomar medidas preventivas para evitar su propagación y buscar un diagnóstico médico para un tratamiento y recuperación oportunos.

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