En el mundo actual, el periodo de la adolescencia es cada vez más importante de entender debido a su gran impacto en el bienestar a largo plazo de los individuos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia se define como la etapa de transición entre la infancia y la edad adulta, que suele ir de los 10 a los 19 años. Este periodo crucial se caracteriza por cambios físicos, psicológicos y sociales intensos y puede influir mucho en los resultados de salud de un individuo. En este artículo, exploraremos la definición, las características y los factores de riesgo asociados a la adolescencia según la OMS.
La OMS define la adolescencia como el periodo de 10 a 19 años
La adolescencia, según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), marca una fase crucial de crecimiento y desarrollo que supone un puente entre la infancia y la edad adulta. Comprende un periodo de intensas transformaciones físicas, psicológicas y sociales, que desempeñan un papel fundamental en la conformación del futuro de una persona. Este periodo de transición se caracteriza por el comienzo de la pubertad, la exploración de la propia identidad y el cultivo de habilidades vitales para afrontar los retos de la vida adulta.
La franja de edad a la que suele asimilarse la adolescencia es de 10 a 19 años, lo que significa el amplio abanico de cambios y experiencias a los que se enfrentan los jóvenes durante este tiempo. Con más de 1,5 millones de adolescentes y jóvenes de 10 a 24 años que fallecieron por diversas causas en el año 2021, se pone de manifiesto la importancia crítica de abordar la salud y el bienestar de este grupo demográfico. Es imprescindible reconocer las distintas necesidades y vulnerabilidades de los adolescentes para fomentar un entorno de apoyo que facilite su sana transición a la edad adulta.
Dado el rápido crecimiento y desarrollo que caracteriza a esta etapa, los adolescentes son particularmente susceptibles a un conjunto de riesgos y desafíos para la salud. Es fundamental reconocer y comprender estos factores para abordarlos eficazmente y mitigar su impacto en el bienestar general de los jóvenes.
Crecimiento y desarrollo
La fase de la adolescencia es sinónimo de crecimiento y desarrollo sin igual, que abarca no sólo cambios físicos, sino también maduración cognitiva y emocional. El inicio de la pubertad, un rasgo definitorio de esta etapa, anuncia el desarrollo de las características sexuales secundarias y la maduración de los órganos reproductores. Junto con estas transformaciones físicas, los adolescentes también luchan con las complejidades de la formación de la identidad, la integración social y el cultivo de la autonomía.
Además, la OMS destaca la importancia de establecer y fomentar entornos de apoyo que satisfagan las necesidades polifacéticas de los adolescentes. Esto incluye el acceso a servicios sanitarios integrales y apropiados para su edad, el fomento de relaciones sociales positivas y la oferta de oportunidades educativas y profesionales que sean coherentes con los objetivos de desarrollo de los jóvenes.
Las principales causas de muerte son las lesiones y la violencia
Trágicamente, un número significativo de adolescentes y jóvenes se enfrentan a muertes prematuras, siendo las principales causas las lesiones, los traumas, la violencia y los trastornos de salud mental. Las estadísticas para 2021 ponen de manifiesto la alarmante realidad de que una parte considerable de la población más joven se enfrenta al riesgo de mortalidad prematura, lo que pone de relieve la urgente necesidad de intervenciones específicas y sistemas de apoyo para salvaguardar su bienestar.
El impacto generalizado de las lesiones y la violencia en la población adolescente hace necesarios esfuerzos concertados para aplicar medidas preventivas, facilitar el acceso a la asistencia de urgencia y abordar los determinantes socioambientales subyacentes que contribuyen a que se produzcan. Al reconocer y responder a estos problemas críticos, las comunidades y los sistemas sanitarios pueden trabajar juntos para garantizar la seguridad y protección de los adolescentes.
Problemas de salud mental
En medio de los innumerables retos que acompañan a la fase de la adolescencia, la salud mental surge como un ámbito de gran preocupación que merece una atención y unos recursos mayores. Alarmantemente, la mitad de todos los trastornos mentales en la edad adulta se originan en condiciones que se manifiestan durante la adolescencia, lo que amplifica la necesidad imperiosa de detección e intervención precoz. Lamentablemente, muchos de estos problemas de salud mental escapan a menudo a la identificación y al tratamiento, ejerciendo un peaje a largo plazo sobre el bienestar y el funcionamiento de los individuos.
Abordar las necesidades de salud mental de los adolescentes exige un enfoque polifacético que abarque la eliminación del estigma, servicios de salud mental accesibles y orientados a los jóvenes, y el cultivo de entornos sociales de apoyo e inclusivos. Al fomentar una cultura de comunicación abierta, empatía y apoyo holístico, se hace factible aliviar la carga de los trastornos mentales y capacitar a los jóvenes para llevar vidas plenas y resilientes.
Riesgos para la salud exclusivos
Los adolescentes son especialmente susceptibles a un conjunto de riesgos para la salud que se derivan de una confluencia de factores biológicos, sociales y medioambientales. Uno de los principales determinantes de los resultados de salud durante la adolescencia es la prevalencia de factores de riesgo y protectores, que pueden conformar significativamente la trayectoria de un individuo hacia la edad adulta. Estos años formativos sirven de crisol en el que la interacción de varias influencias, que van desde la dinámica de los iguales y las relaciones familiares hasta las normas sociales y el acceso a recursos, deja una huella imborrable en el bienestar del adolescente.
Pobreza y desventaja social
Es primordial reconocer el impacto de la pobreza y la desventaja social en la salud y el desarrollo de los adolescentes, especialmente en el contexto de la región de América Latina y el Caribe, donde una parte sustancial de la población está formada por jóvenes. Las adversidades derivadas de la penuria económica, la escasa formación y el acceso inadecuado a la asistencia sanitaria pueden engendrar una susceptibilidad elevada a las desigualdades sanitarias y a los obstáculos para realizar el propio potencial.
Abordar estos retos sistémicos requiere un enfoque integral que incluya políticas sociales específicas, distribución equitativa de los recursos y amplificación de la voz de los jóvenes en los procesos de toma de decisiones. Al desmantelar las barreras de acceso a las oportunidades y fomentar un entorno inclusivo y de apoyo para todos los adolescentes, es posible mitigar el impacto negativo de la pobreza y la desventaja social en su salud y bienestar.
Conductas de alto riesgo
Empoderar a los adolescentes para que tomen decisiones informadas y saludables, junto con fomentar una red de apoyo con sus iguales, familia y comunidad, es la piedra angular para mitigar el impacto de las conductas de alto riesgo y promover una cultura de bienestar y seguridad para todos los jóvenes. Además, la prevalencia de conductas de alto riesgo, como el abuso de sustancias, las prácticas sexuales inseguras y la conducción temeraria, supone una amenaza formidable para la salud y la seguridad de los adolescentes. Estas conductas, que a menudo se derivan de una compleja interacción de factores sociales, psicológicos y medioambientales, ponen de manifiesto la importancia de los esfuerzos preventivos específicos, de la educación basada en pruebas y del fomento de la resiliencia y las habilidades de toma de decisiones entre los jóvenes.
Estas conductas, si se enfrentan a ellas, pueden ser un factor de riesgo para la salud y la seguridad de los adolescentes.